Recientemente, mi mejor amigo murió en un accidente automovilístico y su muerte repentina me hizo darme cuenta de que tengo miedo a morir. ¿Duele?
No, la muerte no duele. La muerte trae paz y quita nuestro dolor. Lo que duele es el miedo a la muerte. Si podemos superar eso, la muerte no es dolorosa. Muchas fuerzas en la naturaleza son muy amorosas, y la muerte es una de ellas. Es el remedio final de la Madre Naturaleza: la más amorosa, amable y generosa de sus fuerzas. Sin embargo, el miedo a la muerte atormenta nuestra mente.
Como está descubriendo, el miedo a la muerte es bastante doloroso. Tiene dos ingredientes: miedo a la pérdida y miedo a lo desconocido. El principal ingrediente es el miedo a perder lo que tenemos y lo que sabemos que somos. Cuando morimos, cualquier cosa con la que nos identifiquemos queda completamente aniquilada: nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestro aprendizaje, nuestros logros y nuestras memorias desaparecen. Desde nuestro punto de vista, cuando morimos, nuestros hijos mueren, nuestro cónyuge muere, nuestros amigos mueren, nuestras posesiones mueren, nuestro valor neto muere. Todo desaparece. Eso es aterrador y doloroso.
Si no tengo un cuerpo, si no tengo sentidos, si no puedo respirar, si no tengo una mente, ¿entonces quién soy?
Este dolor se intensifica por la incertidumbre. No sabemos lo que viene después de la muerte. ¿Continuaré existiendo? Si es así, ¿cómo será mi existencia? La mayoría de nosotros no tenemos experiencia del núcleo de nuestro ser: la parte de nosotros que es completamente independiente de nuestro cuerpo, respiración, mente y sentidos. Es por eso que, cuando nos acercamos al momento en que la muerte separa la conciencia de nuestro yo físico y mental familiar, entramos en pánico. Si no tengo un cuerpo, si no tengo sentidos, si no puedo respirar, si no tengo una mente, ¿entonces quién soy? ¿Cómo voy a estar? Esta profunda incertidumbre genera miedo a la muerte.
La meditación destruye este miedo al darnos acceso al núcleo vibrante de nuestro ser, que es completamente independiente del cuerpo, la respiración y la mente. Esta experiencia directa engendra una fe inquebrantable en una dimensión de la realidad mucho más profunda, más profunda y más satisfactoria que cualquier cosa relacionada con la existencia material. Infunde nuestro corazón y nuestra mente con la confianza de que somos eternos. A la luz de esta experiencia, nuestro miedo a la muerte se disuelve.
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